Por: José Antonio Alcaraz
CHILCUAUTLA, HGO.- Frases como “tú no puedes hablar el Otomí, tienes que hablar español” o “a mí una mujer no me va a mandar” le fueron expresadas en alguna etapa de su vida a Mercedes Martínez Martínez, una mujer indígena nacida en el municipio de Chilcuautla, Hidalgo, adversidades que con firmeza, tenacidad y consciencia logró superar.
La primera expresión se la dijeron cuando cursaba la primaria. Buscaban borrar su origen indígena Hñahñu; la segunda se la dijeron cuando fue delegada de la comunidad Santa Ana Batha. Pese a ello, nunca se rindió y perseveró al grado de que hoy alfabetiza a adultos en su lengua materna y se ha consolidado como una mujer gestora social y de respeto.
En entrevista con El Cardinalito, Mercedes Martínez compartió anécdotas significativas que le han formado como mujer indígena en una zona donde el machismo y el desinterés en la preservación de la lengua materna son una constante.
¿QUIÉN ES MERCERDES MARTÍNEZ?
Mercedes Martínez es una mujer indígena de 49 años de edad. Nació en Santa Ana Batha, municipio de Chilcuautla, Hidalgo, una comunidad originaria donde prevalece la cultura, las tradiciones y los usos y costumbres.
“En Chilcuautla he vivido mi infancia, mi adolescencia y mi vida adulta. Debo decir que mi comunidad (una de las cuatro más grandes del municipio) se caracteriza por el arraigo a las creencias en la fe. Esa es la base y me ha tocado ser parte de esa organización durante todo el año en las festividades”.
Desde hace 23 años, Mercedes trabaja con adultos mayores. La mayoría no habla español, solo en Hñahñu. Estudió la Licenciatura en Turismo Alternativo. Sin embargo, su vida laboral la ha dedicado a la educación y alfabetización de jóvenes y adultos en el Instituto Hidalguense de Educación para Adultos.
‘TU NO PUEDES HABLAR EL OTOMÍ’
Mercedes conoce y entiende perfectamente su lengua materna, el Hñahñu, pese a que, en algún momento, en la escuela, intentaron apartarlo e introducirle el español a través de reprimendas. Incluso, en su salón, les aventaban el borrador y el gis cada vez que hablan en su lengua materna.
“En algún momento lo que se nos ha dificultado, como a muchos de mi municipio, es que como nuestros padres emigran por trabajo, tenían que aprender el español y se fue perdiendo la lengua. Como hijos ya no nos enseñaron. Al contrario, para ir a la escuela, teníamos que saber hablar español”, dijo.
Hubo una etapa en la que si uno hablaba en Hñahñu eran reprimidos y castigados. Esto hizo que la lengua materna se fuera mutilando y, hasta cierto punto perdiendo, pues la lectura y escritura de esta lengua materna es muy complicada: en el Hñahñu no se manejan cinco vocales sino son nueve.
“En la escuela me tocó estar con varios compañeros que hablaban la lengua Hñahñu. Los maestros no nos dejaban hablarlo, nos decían ‘tú no puedes hablar el Otomí, tienes que hablar español’, porque los libros venían en español. Incluso, nos aventaban el borrador y el gis si hablábamos nuestra lengua materna o nos castigaban parándonos en la esquina del salón o en el patio con tus orejas de burro… todavía me tocó eso”, contó.
EL SENTIMIENTO DE DISCRIMINACIÓN
Todas esas acciones le producían un sentimiento de discriminación. Mercedes se preguntaba: ‘¿por qué no puedo hablar la lengua materna?’. Fue su abuelita, con quien vivió junto con sus hermanos por mucho tiempo y fue quien les enseñó a hablar en Hñahñu, pues no hablaba español.
“Tuvimos esa necesidad de aprender, porque era con la persona que convivíamos mientras mis papás salían a trabajar. Tenía seis años. También, ella aprendió a hablar el español con nosotros”, agregó.
‘A MI UNA MUJER NO ME VA A MANDAR’
En el 2019, cuando fue delegada de su comunidad (la segunda en la historia) se encontró con oposiciones de hombres quienes, debido al arraigo cultural, machismo y las costumbres, no la veían bien y más con una comitiva, en su mayoría, masculina.
“Es muy común que te digan: ‘a mí una mujer no me va a mandar’. Sin embargo, siempre cuidé cómo me dirigía con ellos. Los cargos más altos siempre los han tenido los hombres. Por ejemplo, el presidente del Consejo era hombre, que el Comité de la Iglesia pues era hombre… el ser mujer no es, hasta cierto punto, bien visto. Sin embargo, hay que llegar a un acuerdo para poder trabajar con una sana convivencia”, dijo.
Incluso, agregó, “nos ven con menor capacidad… pero le quiero decir que cuando termino mi cargo como delegada, terminamos muy bien. Ellos siguen siendo mis amigos y confían en mí… Santa Ana Batha es una de las cuatro comunidades más grandes del municipio, hablamos de 2 mil habitantes y 11 manzanas y no es fácil, pero con trabajo, les puede demostraba que lo que a mí me interesaba era dejar mi granito de arena”, dijo.
Reconoció que en un año no se pueden hacen grandes cosas. Sin embargo, ella ha continuado trabajando por su comunidad apoyando a bajar proyectos de electrificación, sistema de agua potable a través del sistema fotovoltaico con recursos federales.
ORIENTA A MUJERES QUE VIVEN VIOLENCIA
Otra de las facetas de Mercedes Martínez es orientar a mujeres que han sufrido o viven condiciones de maltrato. Ella lleva separadas 16 años y le tocó sacar adelante a tres hijos, faena que “no ha sido fácil, pues a veces creemos que, en una separación, nada más los papás sufren o padecen un duelo, los hijos también lo sufren”, dijo.
Entonces, añadió “yo trato de orientar, no mal aconsejar. porque eso es otra cosa, a mujeres que de pronto están viviendo una situación de violencia y maltrato. A veces las mujeres no nos damos cuenta que estamos en una relación tóxica. Entonces, siempre trato de darles ánimo, empoderándolas para que también saquen adelante a sus hijos para que crezcan como hombres de bien.
A mis hijos le he enseñado que pueden ser buenos profesionistas, pero si no son buenos como seres humanos, de nada les sirve. Además, el respeto me lo inculcaron mis padres, específicamente mi madre es una mujer honrada y mi papá un hombre muy respetuoso, sencillo y humilde que siempre nos enseñó el respeto a los demás.