Por: Tania Martínez
«Es imprescindible asumir el desafío de contribuir a un cambio radical de las mentalidades a través de una crítica firme de la cultura sexista, machista, misógina y homofóbica, racista, clasista y de la política patriarcal”
Marcela Lagarde
Otra vez estamos aquí, nuevamente el 25 de noviembre de este año conmemoraremos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres, para contextualizar la elección de esta fecha tendríamos que situarnos en el año 1960 en el cual las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, que fueron conocidas como Las Mirabal o Las Mariposas, eran activistas dominicanas que se opusieron a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Este hecho conmocionó a la sociedad latinoamericana de la época, y por ello se conmemora esa fecha desde el año 1999.
La UNESCO define la Violencia como: » todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada».
Han pasado más sesenta años desde entonces y los hechos atroces cometidos contra las mujeres no sólo no se detienen, van en aberrante incremento.
Todas sufrimos violencia, la hemos sufrido o la vamos a sufrir, lamentablemente este mundo no está diseñado para nosotras; no se trata de palidecer ante el machismo, también desde niñas aprendemos a hacerle frente. Un ejercicio más necesario es conocer la trayectoria de otras mujeres, las cercanas desde luego, pero también la de aquellas que han trascendido en el tiempo, todas, aunque no lo digan explícitamente debieron librar una lucha de género para crear, hacer ciencia, ser políticas, etc.
Lo femenino, es una dimensión, todo un espectro en el cual se desdobla el acontecer de las mujeres. También lo masculino lo es, y hemos vivido en ese sesgo durante toda la historia de la humanidad, tanto así que lo público es lo masculino es el eje superior, o eso se cree; pero la base, lo interno, lo privado es lo femenino. Y aunque resultemos incómodas, lo queremos todo, también lo público, también el poder, también la libertad, queremos la vida.
Ojalá ya no tuviéramos que hacer conmemoraciones, ojalá no tuviéramos que hacer marchas para obligarlos a vernos, ojalá no sintiéramos miedo por todas las que amamos. En términos formales estamos en el camino del reconocimiento de derechos, de la igualdad sustantiva y de la equidad, en términos sociales estamos en un redescubrimiento, tirando paradigmas y rehaciendo las tribus, necesitamos compañeras, amigas, alidadas, colegas, maestras, hijas, abuelas, madres, necesitamos de todas, porque un futuro mejor es posible, lo estamos construyendo.
Esta lucha se hace todos los días, incluso contra una misma cuando por imitación reproducimos conductas erradas, el feminismo es la constante puesta en duda de lo que hacemos. También es una pugna en las familias, en los círculos sociales, el trabajo, la pareja… la sensación de comodidad es más fuerte, hay quien no quiere que las cosas cambien. Mi papá siempre me decía que yo tenía más libertades que mis abuelas, y sí, pero tampoco eran suficientes, la apropiación del espacio público que las mujeres jóvenes hacen es maravillosa, se erigen en el mundo con la sabiduría de ser ellas mismas. Las cosas cambiaron, habrá quien esté o no a favor, ese no es el punto, ya no dependemos de su opinión.
Entre muchas mujeres que sigo y admiro, quiero compartirles a dos maravillosas creadoras:
Los versos de cierre del extraordinario poema Primero Sueño (fragmento) de la gran poeta Sor Juana Inés de la Cruz:
Consiguió al fin, la vista del ocaso
el fugitivo paso
y en su mismo despeño recobrada
esforzando el aliento de la ruina,
en la mitad del globo que ha dejado
el sol desamparado,
segunda vez rebelde determina
mirarse coronada,
mientras nuestro hemisferio la dorada
ilustraba del sol madeja hermosa,
que con luz juiciosa
de orden distributivo, repartiendo
a las cosas visibles sus colores
iba restituyendo
entera a los sentidos exteriores
su operación, quedando a la luz más cierta
el mundo iluminado,
y yo despierta”.
Y la magnífica obra visual de Lourdes Almeida, que presenta en la Sala Nacho López, interior del Ex convento de San Francisco de la Fototeca Nacional su exposición: Alias Vitas. Mi linaje femenino. Es un viaje doloroso y fascinante por su genealogía femenina, todas deberíamos hacer ese recorrido de reconocimiento de nuestras ancestras. La exposición se puede visitar hasta el 21 de febrero del 2025 de martes a sábado de 10 a 16 horas.