Por: José Antonio Alcaraz
Es un honor compartirte nuevamente esta columna que, desde hace poco más de una década comencé a escribir y que se titula: “Semillas Estelares”; nació compartiendo mis procesos personales, caídas y levantadas, autodescubrimiento, sol-edad, tristeza, felicidad y silencio, que en conjunto llamo “Mi Noche del Alma” y que hoy se transformó en “El Amanecer de mi alma”.
Me siento feliz y no es solo por cumplir años terrenales hoy, sino porque estoy en una etapa de mi vida con mayor claridad, más consciente de mi ser físico, de mi universo interno y, desde luego, de lo externo a mí. ESTOY PRESENTE.
Precisamente, quiero compartir estas ideas y reflexiones respecto al temido fracaso: quién no ha fracasado, no ha vivido. Es inevitable pero necesario tropezarnos, caer, pues “esas caídas son para desapendejarte”, frase que me compartió hace un tiempo Don Lauro de La Cruz, “El Maya Galáctico”, un abuelo de medicina, tradición y monje tibetano.
La verdad, a mis 39 años de edad, puedo decir que he fracasado un montón de veces, soy “el Don Fracasos”, y debo de confesarles que en algún momento sentí que el peso de mis elecciones me marcaría por el resto de mi vida. Pero aquí está la verdad: el fracaso es un moretón, no un tatuaje.
“Los moretones duelen, sí, pero sanan con el tiempo. Son recordatorios temporales de nuestras batallas, luchas y caídas. No definen quiénes somos ni determinan nuestro destino. Son lecciones grabadas en nuestra piel, enseñándonos que, incluso, en el dolor, hay oportunidad para el crecimiento y un despertar de tu ser eterno, el que está aquí, dentro de un cuerpo humano, que es como un traje de astronauta”.
A lo largo de mi vida he tenido fracasos de todo tipo, desde económico, laboral hasta amorosos y materiales, de todo tipo. En su momento, me hicieron sentir mal, decepcionado y derrotado, los vi tan grandes que marcarían y seguirían mi tormentosa vida (sí, a veces soy bien ‘pinshi’ dramático, jajaja).
Hoy los miro en retrospectiva y veo que fueron moretones que se desvanecieron con el tiempo, dejando espacio para la curación y el renacimiento. Así también, las fallas no son permanentes. Son oportunidades para aprender, para fortalecernos y para avanzar con “mayor valentía, sabiduría y determinación”.
Así que “no hay que tomarnos nada enserio”. Y sí, el miedo al fracaso puede detenernos, pero la vida va a seguir, sin ti y sin mí, esa nunca se detiene; por ello, abraza cada tropiezo como una oportunidad para aprender, para mejorar y para convertirte en la mejor versión de ti.
Recuerda, el fracaso es solo un capítulo en tu historia, no el epílogo. Levántate, sacude el polvo y continúa adelante con mayor valentía, sabiduría y determinación, insisto. Porque al final del día, lo que importa no es cuántas veces caíste, sino cuántas veces te levantaste y seguiste adelante.
Así que sigue adelante, con la cabeza en alto y el corazón lleno de esperanza. Porque, aunque los moretones sean temporales, el coraje y la perseverancia que cultivas en el camino perdurarán para siempre.
“Qué bello es envejecer y progresar como ser. Qué bello es envejecer, canta el alma más que ayer. La mente crece como una flor que brota, la vejez es solo materia que muta… la edad es pura ilusión, la vida es mi pasión, qué bello es envejecer”.
GRACIAS