Por: Tania Martínez Suárez
“El objetivo, en cualquier política cultural, debe ser cumplir plenamente con los postulados del derecho a la cultura. Mi desafío a quienes diseñan políticas culturales es aprender a pensar en el objetivo, en un dominio público de más bibliotecas, más acervos culturales, más acceso, más diálogo y más participación. Y dejar de enamorarnos de la propiedad intelectual, un instrumento que pudo haber sido efectivo en el siglo XX pero que hoy aparece como la principal traba al pleno ejercicio de los derechos culturales»
LCS. Beatriz Busaniche Presidenta de la Fundación Vía Libre
El 22 de octubre se conmemora el día nacional de las y los gestores culturales, una labor por demás necesaria para la generación de vínculos culturales, artísticos, sociales, pero sobre todo comunitarios.
Por su definición la gestión cultural es un campo de estudio que proporciona herramientas para crear, desarrollar, emprender, gestionar y evaluar proyectos en el ámbito de las organizaciones, empresas e instituciones, y desde luego en el de las industrias culturales y creativas. Cabe mencionar que en muchas ocasiones las Instituciones no contemplan está figura dentro de sus estructuras organizacionales, es más, muchas veces esta labor no es reconocida.
Las y los gestores culturales estamos a la mitad de todo, hay que hacer trabajo coordinado con instituciones diversas, con una gran variedad de sectores de la población con sus propias necesidades, perspectivas y anhelos; porque esta labor aunque está enmarcada en un ámbito administrativo o burocrático, se debe procurar el bienestar y la realización de los sueños de quienes confían en nosotros, además de proporcionar un trato adecuado y el respeto irrestricto a los derechos culturales de las personas, por lo cual es el establecimiento y seguimiento a las políticas culturales
La gestión cultural hace converger a distintos entes sociales, les permite entender las grandes semejanzas entre ellos, aun cuando se reconocen como personajes disímiles o contrarios. Hay que crear cada proyecto, ver sus alcances reales, sin apasionamientos, pero al mismo tiempo vislumbrar el gran potencial que puede tener y llevarlo al punto máximo de su eficacia, es necesario establecer objetivos claros, dar seguimiento, hacer reajustes, y también en su momento asumir cuando un proyecto no es viable, y cuando y no te necesita para sostenerse. Hay que prever los recursos humanos, financieros, de infraestructura y las implicaciones sociales de cada evento. Es bueno conocer la numeralia de cada actividad, pero siempre será más importante el peso cualitativo y el impacto que se logra para la comunidad y para el entorno inmediato.
Dentro de mi ejercicio profesional la capacitación y educación continua han estado siempre presentes, y había visto el trabajo comunitario desde una perspectiva lejana, ha sido un gran hallazgo entender las dinámicas sociales, reconocerme en las prácticas más sencillas de la vida en comunidad, misma que muchas veces damos por sentada, pero representan una verdadera proeza al mantenerse a lo largo del tiempo. La riqueza cultural de las naciones está sostenida en los procesos comunitarios, así se preservan los usos, tradiciones y costumbres; se siguen gestando aún ahora las cosmovisiones que enriquecen al mundo plural del que somos parte.
La materia con la que trabajamos es preciosa, en muchos casos son: saberes, genealogías, historias, mitos fundacionales, leyendas, procesos orales, prácticas locales, idiomas originarios, disciplinas artísticas, patrimonio, conservación, procesos de enseñanza aprendizaje, profesionalización, mediación, cuidado del medioambiente, fomento a la lectura y un largo etcétera, porque partimos de las necesidades de cada comunidad para generar los proyectos. Por mucho conocimiento que tengamos en el tema, es errado proponer soluciones o brindar atención desde un escritorio, hay que estar en los espacios públicos, en las reuniones vecinales, en los convites y las fiestas patronales o de pueblo para entender sus dinámicas y ayudarles a sembrar, sobre todo tener en mente que la cosecha siempre es de ellos.
Valga mi reconocimiento a todas las personas que ejercen esta labor, a las y los líderes comunitarios, a quienes hacen este trabajo de forma honesta y poniendo al centro a los agentes culturales. Exijo también que mejoren las condiciones laborales, en general, con salarios equitativos, profesionalización constante, reconocimiento a la importancia de gestoras y gestores culturales como agentes sociales de cambio.