Por: José Antonio Alcaraz Suárez
Parece irónico, pero es una verdad cruel que, me atrevo a decir, muchos hemos estado ahí: nos aferramos a lo que sabemos que nos consume, que nos apaga por dentro, como si al mantenerlo cerca encontráramos consuelo en el caos. Somos nuestras propias cadenas, enamorados de la destrucción disfrazada de placer, de rutina y de costumbre.
En esta última recta de este año, te comparto estas ideas un poco crudas, melancólicas pero verdaderas que, en algún momento de mi vida permearon y fueron presentes mensajeras de un cambio interno que me derrumbó e incluso me llevó a una muerte permanente de mi interior.
¿Cuántos no nos hemos aferramos a relaciones tóxicas que nos desgastan, porque tememos la soledad, o nos atamos a recuerdos, personas, expectativas y deseos que no pudieron ser?, a mí me pasó en un par de ocasiones.
Elegimos malos hábitos que lentamente devoran nuestra salud, nos enferman y nos hacen perder el control del cuerpo, mente y espíritu, como el consumo del alcohol, las drogas y la comida chatarra, porque la disciplina parece demasiado dura.
Vivimos conectados a pantallas, a vidas ajenas, a la constante necesidad de aprobación, mientras nuestra propia esencia se marchita en la sombra de nuestras decisiones.
Y el mundo no es diferente. Adoramos lo que nos está matando. Celebramos la muerte de un árbol para colocarlo dentro de nuestra casa; celebramos la contaminación en el aire con fuegos artificiales, ahogamos los océanos con plástico, y consumimos recursos como si el mañana no existiera. Queremos que todo siga igual, aunque sepamos que «igual» significa destruirnos a nosotros mismos.
Pero aquí está la verdad que nadie quiere enfrentar: somos esclavos de lo que no queremos soltar. Y mientras no lo enfrentemos, esa adicción nos seguirá llevando al borde, hasta que ya no quede nada.
¿CÓMO SALIR DE ESOS TORBELLINOS’
Romper los ciclos, dejar ir lo que nos lastima, aunque duela y nos deje cicatrices. Porque esas cicatrices serán el recordatorio de que sobrevivimos, de que elegimos vivir. No sigamos siendo adictos a lo que nos destruye. Seamos valientes.
Cambiemos. Porque merecemos más que un final triste escrito por nuestras propias manos. Les recuerdo que, en esta vida TODOS somos IGNORANTES. Ignoramos muchas cosas, no lo sabemos todo.
Por ello, siempre es bueno acompañarse de “personas vitamina”, terapeutas, terapias y todo aquello que haga bien a tu ser… En la siguiente columna, abordaré una segunda parte en la que les compartiré unas ideas para dejar de ser adictos a lo que nos destruye desde la filosofía Estoica (esa que estoy estudiando y que me ha ayudado a ver muchas virtudes).
GRACIAS.