José Antonio Alcaraz
En este camino llamado vida, ha habido personas, lugares y palabras que me han tocado poderosamente; han sido sutiles y contundentes susurros, como choques eléctricos que han cimbrado mi mente, mi cuerpo y mis emociones.
Una de esas frases es: “TÚ NO DESPIERTAS CUANDO LA NOCHE TERMINA, LA NOCHE TERMINA CUANDO TÚ DECIDES DESPERTAR”. Me tocó y me toca profundamente cada vez que la leo e interiorizo; la encontré en la trilogía de libros titulado “La Montaña” de Ricardo Perret, un gran maestro al que conocí hace exactamente dos años en La Montaña Centro de Transformación, Tenancingo, Estado de México.
Antes de continuar, quiero recordarte que somos ESTRELLAS envueltas en PIEL, encapsuladas en este mundo tridimensional; aquí, existe una conspiración para que olvidemos esa esencia primigenia a través de múltiples distractores que nos bombardean por todos los francos de nuestra vida.
Por ello, para vivir los eventos de sufrimiento que nos llegan a todos, sin excepción, tenemos dos opciones: recrearlos una y otra vez o aprovecharlos al máximo para crecer. Nosotros somos la cura… y sí, resulta un gran reto, pues, lo digo con plena experiencia. Ese SUFRIMIENTO TERMINA CUANDO DECIDES APRENDER LA LECCIÓN y estás listo para seguir adelante:
“El dolor está por terminar porque estás a punto de ACEPTARLO, y al hacerlo estarás decidiendo terminarlo. Por ello, recuerda: la oscuridad termina cuando decides despertar. No a la inversa como muchos creen”.
PONLE EL TERMINO QUE MÁS TE VAYA
A esa palabra “oscuridad” ponle el término que más te vaya. Es decir, mi despertar no inicia cuando “mi tristeza” termina… termina cuando decido hacerme presente, responsable y consciente de que ahí está esa tristeza y que algo me está enseñando.
Asimilar esto lleva su tiempo, es un proceso que cada quien asume, trabaja y sana. Es la responsabilidad y aprendizaje que cada quien decide “cuándo y cómo” despierta e ilumina esa oscuridad.
De manera personal, estos últimos dos años han sido desafiantes. Tuve experiencias súbitas que me zarandearon y literal, me dejaron en shock. No hubo mayor explicación. Al sentirme impotente, me ayudé de “personas vitamina”, como Ricardo Perret y Moni Ortega (mi terapeuta en Psicoterapia Existencial, Logoterapia y terapia Gestalt-humanista de cabecera) con quienes pude salir adelante.
Hoy, en este 2024 sigo teniendo experiencias complejas que afronto en silencio y Sol-Edad. Y aunque a veces no me salen las cosas como quiero, este año estoy aceptando la palabra “ACEPTAR”. Me recuerda de mis oraciones favoritas, de la cual, en varios momentos de mi vida me agarré:
“Dios, concédeme SERENIDAD para aceptar lo que no puedo cambiar; VALOR para cambiar aquello que puedo y SABIDURÍA para entender la diferencia”.
GRACIAS.