Por: José Antonio Alcaraz Suárez
En el corazón de Pachuca, Hidalgo, la Danza de los Arcos se erige como una manifestación cultural profundamente arraigada en la devoción y las tradiciones de la comunidad. Importada en 1955 desde San Bartolo Cuahutlalpan, Estado de México, por José Téllez, esta danza es ahora un símbolo de identidad en la colonia Santa Julia, donde cada 10 de diciembre, durante la fiesta patronal de Santa Julia, los danzantes rinden tributo con fervor y color.
UN GRUPO INCLUSIVO CON REGLAS ÚNICAS
Aunque en sus inicios la danza era exclusiva para hombres, la participación femenina ha transformado al grupo, que hoy cuenta con 120 integrantes, la mitad de los cuales son mujeres. Sin embargo, las reglas mantienen una fuerte conexión con la tradición: solo las mujeres solteras pueden participar, y quienes deseen formar parte del grupo o retirarse deben hacerlo mediante un acto solemne ante los pies de la Virgen. Este ritual, que incluye oraciones y la entrega del sombrero, simboliza un compromiso espiritual y cultural.
EL SIGNIFICADO DETRÁS DE CADA MOVIMIENTO
La Danza de los Arcos se distingue por la precisión y la creatividad de sus figuras. Entre las principales están el arco, la víbora, la flor, la corona y la estrella, que también adornan el estandarte del grupo. Otras figuras, como el puente roto, surgen de la imaginación de los danzantes, reflejando su conexión con la comunidad y sus historias. La música, interpretada principalmente con marchas, guía cada paso y figura, mientras los danzantes llevan arcos decorados con flores de papel y cintas de colores, elaborados con gran dedicación.
EL LIDERAZGO DEL GRACEJO
El grupo es liderado por el «gracejo», un personaje que no solo dirige la danza, sino que también instruye a los participantes y corrige errores con una vara. Su rol es esencial para mantener la cohesión y la calidad de la presentación, además de ser el enlace entre los danzantes y las raíces de esta tradición.
MÁS ALLÁ DEL BAILE, UNA EXPRESIÓN DE FE
La Danza de los Arcos no es solo un espectáculo; es una expresión de devoción. Antes y después de cada presentación, los danzantes saludan al santo festejado con oraciones y reverencias, mostrando respeto al altar y reforzando el vínculo entre la danza y la espiritualidad. La pieza «Morenita», interpretada por la banda, marca tanto el inicio como el final de este acto solemne.
Esta tradición, que combina fe, arte y comunidad, sigue viva gracias al compromiso de sus integrantes y al apoyo de las generaciones que la preservan. La Danza de los Arcos es más que un baile; es una herencia cultural que fortalece la identidad de Pachuca y su gente.